Mi historia comenzó a escribirse un 28 de Enero del año 1984, y debo decir que desde mi primera respiración, he sido un bendecido de la vida. El simple hecho de permitirme llegar a este mundo; imperfecto sí, pero a su vez asombroso, es por mucho la mayor de todas ellas.
Nacido de una madre maravillosa, un padre ejemplar, acompañado de tres hermanos que son y serán hasta el último de mis días, mi más fuerte conexión con mi pasado, y rodeado de una familia extraordinaria, puedo decir que la vida ha sido bastante generosa conmigo.
Desde temprana edad fui un coach en las sombras, un niño inquieto, explorador y aventurero, pero que por cierto detestaba tener las manos sucias; excelente deportista, orgullosamente mal estudiante y siempre rodeado de buenos amigos y personas valiosas a mi alrededor que le han añadido sabor a este cuento.
La vida no podía ser mejor en aquella época, incluso hoy recuerdo con alegría y añoro con nostalgia esas épocas donde todo era más simple. Al menos así recuerdo que fue, o quizás, esa fue la historia que me inventé; al fin y al cabo nuestra historia es simplemente eso, una cuento, el cual podemos escribir de la manera que queramos y en el cual tenemos entonces la libertad de incluir los detalles que deseamos, hadas, princesas, héroes o villanos… Al final de cuentas, nuestro paso por este mundo es un simple un pequeño momento en una basta inmensidad cósmica que no significará más que el valor que estemos comprometidos a darle.
Sin embargo, la vida a veces puede sorprenderte y elegirte a ti, para cosas más grandes incluso que tú mismo, para retos que si no los enfrentas con valentía, heroísmo y corazón, pueden hacerte perder el rumbo, el sentido y el propósito de estar aquí.
Así que así fue, como te lo podrás imaginar, la vida me eligió a mi para vivir una aventura poco usual, pero que sin duda marcaría definitivamente la manera en como me relacionaría desde ese momento en adelante con la vida, el mundo y por supuesto conmigo mismo.
Fue entonces que justo después del episodio más doloroso de mi pasado, que a mi vida llegó una circunstancia de salud poco común, que consistía básicamente en una pérdida progresiva de la fuerza motora de algunos grupos de músculos de mis piernas y brazos.
Ésta, fue una situación que los médicos catalogaron con una “enfermedad” rara y cuando digo rara, quiero decir que es tan extraña que sólo 19 años después pudo ser diagnosticada, pero que básicamente consiste en la dificultad física para realizar ciertos movimientos que a simple vista parecen simples, como por ejemplo: caminar, correr e incluso ponerme de pié.
En este punto de la historia, ésta puede tornarse ya no tan divertida y por el contrario algo complicada. Para ser honesto, la verdad es que lo fue, fueron momentos difíciles. Sin embargo y pese a las circunstancias que en ese momento la vida estaba presentándome y a las constantes preguntas que llegaban mi mente: ¿Por qué yo?, ¿Por qué a mi? y de ver un panorama oscuro y lleno de obstáculos (sobretodo a la madurez que tienes a los 15 años), empecé a ser consciente que quizá, todo se trataba realmente de la perspectiva y de la actitud con la que se veía la vida. Fue entonces cuando empecé a preguntarme ¿Para qué?, ¿Qué debo aprender?, ¿Quién elijo ser de ahora en adelante?
Esas preguntas, me llevaron a tomar una decisión que cambió definitivamente el rumbo de mi vida. Consistía principalmente en elegir participar en vez de lamentarme, elegir vivir en vez de simplemente sobrevivir y elegir amarme incondicionalmente en lugar de quejarme por lo injusta que mi existencia pareciera, desiciones de un coach sin ser aún coach.
Siendo consistente con mi elección, terminé mis últimos años de colegio en Pereira mi ciudad natal; ubicada en el hermoso corazón del eje cafetero Colombiano y a la cual siempre llamaré “mi tierrita”. A la edad de 18, me mudé a Bogotá, donde comencé mi carrera universitaria preparándome para convertirme en diseñador gráfico, lo que pronto se convertiría en mi mayor pasión profesional.
A la corta edad de 20 años y sin terminar aún mi carrera, me lancé hacia una nueva aventura, esta vez sería: ser empresario. Un camino que seguro, fue más fácil caminar de la mano de un ser humano extraordinario que la vida puso a mi lado, para que juntos creáramos lo que hoy denominaría como mi mayor logro profesional Pixel Group.
Fue entonces que los días se convirtieron en semanas, meses y años y cuando menos pensé me vi a mi mismo enfrascado en el pensamiento estático de la monotonía. Honestamente, creo que todos los seres humanos que habitamos este planeta nacemos con una misión, un propósito más grande que el de simplemente levantarnos todos los días para ir a trabajar, volver a casa cansados de la rutina, ver las noticias, revisar nuestras redes y tener un par de días de vacaciones cada año.
Aunque no lo creas, durante muchos años de mi vida, viví ciego y sumergido en este paradigma que yo mismo había ayudado a construir desde mi carrera como empresario de la publicidad; sin embargo un día cualquiera que no olvidaré, la vida me sacudió y me colgó de cabeza en medio de un entrenamiento de coaching y con un alto en el camino, descubrí que mi propósito personal quizá no era el que yo creía y había estado fabricado durante años, sino uno donde también pudiera apoyar, tocar e inspirar a la gente a mi alrededor a participar, vivir y enfrentar con determinación las circunstancias que nos presenta la vida de una manera diferente.
Sin embargo, no fue hasta que me enamore de mi, hasta que sané e hice las paces con mi pasado, hasta que me comprometí conmigo mismo a ser y crear mi mejor versión, que empecé a disfrutarme este viaje que como coach me ha dejado miles de enseñanzas, fracasos y victorias.
Así que a la edad de 25, después de pasar por un entrenamiento que me apoyó a cambiar la forma en que veía la vida, pude comenzar a trabajar en crear un perfecto equilibrio entre todo aquello que realmente era importante para mi, mi empresa, mi profesión, mi pasión y mi tiempo personal. Fue ahí que entendí que podía tenerlo todo y lo mejor, que estaba impactando al mundo a mi alrededor de mi pasión por el tremendo arte de vivir bien, en paz, en armonía, respetando a los demás en especial aquellos que no piensan como yo, pero sobre todo participando totalmente de este ratico que la vida me regala.
A los 29 mi historia se parte en dos, y fue justo durante el viaje de mi vida, que tome la decisión quizá más irrazonable que he tomado jamás, dejar todo atrás, para empezar de cero, salirme al 100% de mi zona de confort y como coach lanzarme por lo siguiente en mi vida. Así convertí unas vacaciones en Australia por una nueva meta profesional lanzándome a la aventura de abrir la primera oficina internacional de mi compañía en la ciudad de Perth.
Así que si me preguntaras: ¿lo volverías a hacer? mi respuesta sería posiblemente: no, ¿ha sido fácil? he pagado los precios, ¿ha sido satisfactorio? no puedes imaginarte cuanto…
Hoy a mis 35, puedo decir como coach que me he gozado el viaje como no puedes imaginarte, que a pesar de haber caído, he aprendido, que a pesar de haber pagado los precios, ser el autor de mi historia es sin duda el mejor y más grande homenaje que en vida he podido hacerle a mi propia existencia. Al fin de cuentas, no vinimos a este mundo a ser simplemente observadores pasivos, vinos a destrozar y devorarnos nuestra existencia hasta el último segundo.
Disfrutar la vida con una situación que quizá muchos ven como una “discapacidad” pero que yo veo como una gran maestra, ha sido fundamental para llegar a donde hoy estoy. Es para los escépticos, la evidencia de: que todo es posible cuando se le meten ganas y se es más grande que las circunstancias. Y para los que creen que todo va mal, un ejemplo más de: que todo no siempre tiene por que ir bien para tomar acción hacia lo que es realmente importante para ti y entonces empezar a vivir una vida sin precedentes.
Así fue entonces, que básicamente me volví un coach apasionado por el potencial humano, entrenándome y re–diseñándome constantemente para básicamente apoyar a otros seres humanos a ver posibilidades donde quizá nadie más las ve, de patear traseros para que salgas de tu zona de confort y te muevas al siguiente nivel de tú vida, para que sanes, limpies, perdones y ames incondicionalmente tu pasado por fácil o difícil que hubiese sido, pero sobre todo para darte una mano cuando necesites sacudirte el polvo antes de volverte a lanzar hasta que llegue el momento de partir de este mundo.